HUAMANTLA HOY

No escribo sobre violencia, sino de decadencia , un tejido social fracturado que requiere urgentemente ser reparado.

. En una barranca situada en las faldas del volcán La Malinche, autoridades localizaron sin vida al maestro José Manuel N

ESTADOPOLICIA

7/9/20253 min read

San Pablo del Monte, Tlaxcala.- La madrugada del 8 de julio, el silencio y frio de la montaña fueron rotos por el hallazgo que nadie quería confirmar. En una barranca situada en las faldas del volcán La Malinche, autoridades localizaron sin vida al maestro José Manuel N., quien había sido reportado como desaparecido desde el pasado 4 de julio. El encuentro del cuerpo no sólo confirma un crimen, sino que abre una herida profunda en el corazón del magisterio tlaxcalteca.

José Manuel N. era un docente entregado, con labor en instituciones como el CECyTE y la Universidad Tecnológica de Tlaxcala. Su repentina desaparición encendió las alarmas de familiares, colegas y alumnos, quienes durante días sostuvieron la esperanza de encontrarlo con vida. Esa esperanza se desvaneció con la noticia oficial: su cuerpo fue recuperado en condiciones que indican una muerte violenta, con signos de haber sido agredido brutalmente.

Pero lo insólito y desgarrador que convierte esta tragedia en un grito de alarma para todo el sistema educativo fue la detención de un presunto responsable. Según los primeros informes de la Fiscalía General de Justicia del Estado de Tlaxcala, se trata nada menos que de uno de sus propios alumnos. La confesión, de confirmarse jurídicamente, marca un antes y un después: un alumno asesinando a su maestro.

Este hecho —tan macabro como simbólico— no puede leerse como un incidente aislado. Es el reflejo de una realidad cada vez más inquietante: la violencia ha permeado todos los espacios, incluso aquellos que deberían representar refugios de paz, formación y respeto. Las aulas, que en teoría son santuarios del pensamiento, se ven hoy alcanzadas por una crudeza que desborda al sistema educativo y a la sociedad entera.

¿Qué significa para un país que un maestro sea asesinado por quien debía aprender de él?
¿Qué dice de nuestra estructura social, de nuestros hogares, de nuestras escuelas, que este nivel de descomposición haya tocado incluso la relación más básica en la educación: la del maestro y el alumno?

Aún faltan por conocerse los detalles forenses, las razones detrás del crimen, el perfil del agresor, y si hubo o no omisiones institucionales que permitieron que este desenlace fuera posible. Pero el daño está hecho y es irreparable. Y no sólo es la pérdida de un ser humano, de un educador, de un guía. Es también el mensaje implícito que retumba en cada salón de clases: la violencia ya no respeta fronteras, ni jerarquías, ni figuras de autoridad.

Desde hace años, los maestros hemos tenido que desempeñar múltiples roles: educadores, orientadores, mediadores de conflicto, e incluso primeros respondientes ante crisis emocionales o situaciones de riesgo. Pero esta tragedia expone que la realidad nos está rebasando, y que la sociedad —como estructura— nos está fallando.

Hoy, como magisterio y sociedad no sólo exigimos justicia para José Manuel, exigimos también seguridad, respeto y un entorno que nos permita hacer nuestra labor sin miedo. Este asesinato no puede caer en el archivo de los casos olvidados. No es uno más. Es un punto de quiebre.

Que nadie diga que no lo vimos venir.
Que nadie finja sorpresa.
Porque cuando el aula se convierte en escena del crimen, la lección más importante ya no viene del pizarrón, sino de nuestra ceguera colectiva.

Nota: El caso continúa en investigación. La información aquí presentada se basa en comunicados oficiales y reportes de medios verificados hasta el día 8 de julio de 2025.
Lamento profundamente la pérdida del profesor, mis más sinceras condolencias a familiares, amigos , alumnos y a todos mis colegas profesores.